Divinas y Perversas


Redescubriendo formas de hacer el mal

Con este ciclo de duración indefinida queremos abarcar dos objetivos que hace tiempo que nos rondan por la cabeza.

En primer lugar queremos abrir un espacio que permita conocer la casa a todas las mujeres que sientan interés por acercarse pero que no hayan encontrado una forma de hacerlo. Entendemos que llegar a una asamblea y sentarse a escuchar necesidades logísticas de los distintos colectivos, no es una perspectiva demasiado llevadera. Por eso, después de las pelis habrá música, merienda y tiempo para conocernos, para charlar y para compartir ese apéndice de tiempo suelto que es el domingo por la tarde

Por otro lado, tenemos ganas de ver cine clásico, cine convencional, de ese que estereotipa, castiga y encorseta a las mujeres. Y si queremos hacerlo no es por un acto deliberado de masoquismo sino porque, de algún modo, todas las películas que proyectaremos tiene como hilo conductor el hecho de mostrar mujeres que con su conducta manifiestan su disconformidad con las normas patriarcales. Los mecanismos narrativos que sirven para aleccionar al público en general y a las mujeres en particular son múltiples y diversos. Cada uno de ellos es adecuado para el momento en que surgen y la realidad sobre la que quieren incidir.

Si ahora mismo, por ejemplo echamos una ojeada a la cartelera veremos como proliferan las buenas chicas, preparadas, depiladas y competentes que buscan (y encuentran) el amor verdadero. Las dejadas, las perversas, las peludas, las activas, las gordas y las feas, sencillamente no aparecen o, si lo hacen, son amablemente descritas como ridículas o desgraciadas. La omisión y la condescendencia son, en estos tiempos de calma, recursos más que suficientes para encauzar el fluido transcurso de la división sexual.

Pero hubo otros tiempos. Tras la segunda guerra Mundial, por ejemplo, las mujeres en Estados Unidos habían adquirido una relevancia pública muy superior a la deseable. Fue por entonces cuando el cine negro se pobló de mujeres fatales, de mujeres malas que utilizaban todo tipo de tretas infames para controlar a los hombres. Ciertamente todas ellas acababan siendo castigadas con la muerte o, lo que es pero, redimidas por amor. Más allá de estos trágicos finales (que queremos advertir de antemano para que ninguna llegue triste a la merienda) la complejidad de los personajes, del lenguaje visual, y sobretodo algunas deliberadas reformulaciones del género al que las películas pertenecen, a menudo permiten vislumbrar agudos gestos de subversión.

Más allá de estos ejemplos, el cine, cuanto más patriarcal mejor, es una fuente inagotable de entretenimiento si nos ponemos, entre todas, a desenmarañar la madeja simbólica que define los crímenes, los castigos y las múltiples maneras de no ser mujer (o ser mala).

Los domingos por la tarde pueden servirnos para jugar a buscar al Wally patriarcal y dar un nuevo valor a todas esas joyas que vistas en familia dan rabia y vistas en la Mambo dan risa.

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